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martes, 11 de octubre de 2022

En un largo tour… De la Bandera a la Independencia

En un largo tour… De la Bandera a la Independencia Recuerdo que dije algo así como: No lo hagas, no va a funcionar. Siempre con el mismo cuento del puchito que se prende y la micro que aparece mágicamente, mejor juntemos las monedas. Cuando las recibí una a una, tomé un buen sorbo de cerveza hasta el final y lancé la lata lo más lejos que pude, estaba agradable la noche. -¡No lo puedo creer! grité, y todos nos echamos a reír. Di dos fumadas a ese Marlboro doblado de cajetilla blanda y observé cómo mágicamente aparecía ante nosotros una micro chica tipo liebre, bajita, oscura, con neones morados, calcomanías, colas de zorro por doquier, muy amarilla y romántica como ella sola. Volaba hacia nosotros tocando la bocina a su máxima expresión, quizás con el fin de hacer una entrada triunfal apareciendo desde las tinieblas del paso nivel por San Diego hacia la calle Bandera. Mil pesos serían más que suficiente para llevar a cuatro jóvenes, flacos, sucios y mal vestidos, unos badulaques cualesquiera. Un par de “granadas de mano” de medio litro bien frías y el medio pucho apagado en el bolsillo, el de la suerte, que obviamente no dejé ir, ya que la jornada prometía. Con esas credenciales hicimos parar nuestro carruaje y apostamos a ganador, había que llegar a la Plaza Chacabuco como fuese. Una vez todos arriba, procedimos al característico ritual de agradecimientos hacia quien nos llevaba a destino. Recibimos medio boleto cada uno, lo que invitó a celebrar el tremendo acto de generosidad de aquel buen hombre, con frases características del tipo: ¡gracias tío!, ¡se pasó! y la mejor de todas, ¡grande maestro!, a lo cual el respondió: -¿Maestro yo?, Maestropeado querrán decir los niños.  Nos rendimos a las risas. Arriba…  una fonda completa. La cumbia salsa y son, sonaban en esos parlantes agripados que invitaban a una noche espectacular, y cómo no, si íbamos al estadio Santa Laura a ver a los grupos Illapu, Sol y Lluvia, Godwana y Los Tres. Solo había que dejarse encantar por aquella maravillosa procesión sobre ruedas, que a ratos y en las curvas cerradas, nos recordaba que Dios era nuestro copiloto. Fue allí donde te vi. Me clavaste la vista y me invitaste a pasar al final del pasillo, como si no hubiese existido nadie más, bailabas y bebías como gitana, mientras dos guitarras muy resfriadas y un coro de solo buenas intenciones, cantaban a todo pulmón “Dónde estabas tú”. No me cabe duda que despertamos a más de uno, cuando pasamos por fuera del Cementerio General. Decidido a conocer esos ojos que no dejaban de mirarme, avancé dos pasos, cuando de un frenazo, retrocedí seis y quedé abrazado a la pecera con los boletos en la mano. Fue en ese momento que se escuchó al “Maestropeado” decir lanzando un vozarrón ensordecedor “ no olvide los vasos mijo”, entendiendo de forma muy clara la petición del dueño del boliche. Atónitos, vimos que uno de nosotros, fue el enviado a una increíble misión. Lo habían enviado al “SOL” ida y vuelta, a la gran botillería en la intersección de Río Jachal.  Estábamos en Av. Independencia, y quedaba poco camino. Todos arriba y de vuelta a la marcha, vasos llenos navegaban desde el motor hasta el tubo de escape, y yo concentrado en una sola cosa, la búsqueda de esos ojos hipnotizantes. Ven, ven, leí en tus labios, y en un acto de realismo mágico, los chicos del fondo hicieron explotar todo, con una quena, un pandero y las cuerdas que le daban vida a la introducción de “En un largo tour”, todos tomamos aire para que se escuchara fuertemente, “a esta hora, justamente, a esta hora”.   Permiso y compromiso fueron mis frases de puntas de lanza en aquel tupido bosque humano, buscando el anhelado encuentro con aquella ninfa. Cuando llegué una bocanada de humo me dejó en los labios, me acerqué a su oído y giró, me dejó oler el afrodisiaco perfume en su cuello que me invitó a suspirar largamente, experimentando una explosión de sentidos. Fue en ese instante cuando nuestras miradas se conectaron que decidí hablar.  Un frenazo violento, y todo ese mágico encuentro desapareció a la altura de Nueva de Mate, luces encendidas y el proceder de tiempos oscuros por parte de la fuerza pública, nos dejó el alma en un hilo. Nos formaron afuera del bazar El Filatélico, entre caballos, lumas y linternas, momento perfecto para vaciar rápidamente los bolsillos y aprovechando la penumbra de esa agitada noche de verano, unos corrieron y otros nos quedamos. Te busqué inútilmente entre un mar de gente y no te vi más. Te había olvidado y en estas letras te recordé.