En un largo tour… De la Bandera a la Independencia
Recuerdo que dije algo así
como:
No lo hagas, no va a funcionar. Siempre con el mismo cuento del puchito
que se prende y la micro que aparece mágicamente, mejor juntemos las monedas.
Cuando las recibí una a una, tomé un buen sorbo de cerveza hasta el final y
lancé la lata lo más lejos que pude, estaba agradable la noche. -¡No lo puedo
creer! grité, y todos nos echamos a reír. Di dos fumadas a ese Marlboro doblado
de cajetilla blanda y observé cómo mágicamente aparecía ante nosotros una micro
chica tipo liebre, bajita, oscura, con neones morados, calcomanías, colas de
zorro por doquier, muy amarilla y romántica como ella sola. Volaba hacia
nosotros tocando la bocina a su máxima expresión, quizás con el fin de hacer una
entrada triunfal apareciendo desde las tinieblas del paso nivel por San Diego
hacia la calle Bandera. Mil pesos serían más que suficiente para llevar a cuatro
jóvenes, flacos, sucios y mal vestidos, unos badulaques cualesquiera. Un par de
“granadas de mano” de medio litro bien frías y el medio pucho apagado en el
bolsillo, el de la suerte, que obviamente no dejé ir, ya que la jornada
prometía. Con esas credenciales hicimos parar nuestro carruaje y apostamos a
ganador, había que llegar a la Plaza Chacabuco como fuese. Una vez todos arriba,
procedimos al característico ritual de agradecimientos hacia quien nos llevaba a
destino. Recibimos medio boleto cada uno, lo que invitó a celebrar el tremendo
acto de generosidad de aquel buen hombre, con frases características del tipo:
¡gracias tío!, ¡se pasó! y la mejor de todas, ¡grande maestro!, a lo cual el
respondió: -¿Maestro yo?, Maestropeado querrán decir los niños. Nos rendimos a
las risas. Arriba… una fonda completa. La cumbia salsa y son, sonaban en esos
parlantes agripados que invitaban a una noche espectacular, y cómo no, si íbamos
al estadio Santa Laura a ver a los grupos Illapu, Sol y Lluvia, Godwana y Los
Tres. Solo había que dejarse encantar por aquella maravillosa procesión sobre
ruedas, que a ratos y en las curvas cerradas, nos recordaba que Dios era nuestro
copiloto. Fue allí donde te vi. Me clavaste la vista y me invitaste a pasar al
final del pasillo, como si no hubiese existido nadie más, bailabas y bebías como
gitana, mientras dos guitarras muy resfriadas y un coro de solo buenas
intenciones, cantaban a todo pulmón “Dónde estabas tú”. No me cabe duda que
despertamos a más de uno, cuando pasamos por fuera del Cementerio General.
Decidido a conocer esos ojos que no dejaban de mirarme, avancé dos pasos, cuando
de un frenazo, retrocedí seis y quedé abrazado a la pecera con los boletos en la
mano. Fue en ese momento que se escuchó al “Maestropeado” decir lanzando un
vozarrón ensordecedor “ no olvide los vasos mijo”, entendiendo de forma muy
clara la petición del dueño del boliche. Atónitos, vimos que uno de nosotros,
fue el enviado a una increíble misión. Lo habían enviado al “SOL” ida y vuelta,
a la gran botillería en la intersección de Río Jachal. Estábamos en Av.
Independencia, y quedaba poco camino. Todos arriba y de vuelta a la marcha,
vasos llenos navegaban desde el motor hasta el tubo de escape, y yo concentrado
en una sola cosa, la búsqueda de esos ojos hipnotizantes. Ven, ven, leí en tus
labios, y en un acto de realismo mágico, los chicos del fondo hicieron explotar
todo, con una quena, un pandero y las cuerdas que le daban vida a la
introducción de “En un largo tour”, todos tomamos aire para que se escuchara
fuertemente, “a esta hora, justamente, a esta hora”. Permiso y compromiso
fueron mis frases de puntas de lanza en aquel tupido bosque humano, buscando el
anhelado encuentro con aquella ninfa. Cuando llegué una bocanada de humo me dejó
en los labios, me acerqué a su oído y giró, me dejó oler el afrodisiaco perfume
en su cuello que me invitó a suspirar largamente, experimentando una explosión
de sentidos. Fue en ese instante cuando nuestras miradas se conectaron que
decidí hablar. Un frenazo violento, y todo ese mágico encuentro desapareció a
la altura de Nueva de Mate, luces encendidas y el proceder de tiempos oscuros
por parte de la fuerza pública, nos dejó el alma en un hilo. Nos formaron afuera
del bazar El Filatélico, entre caballos, lumas y linternas, momento perfecto
para vaciar rápidamente los bolsillos y aprovechando la penumbra de esa agitada
noche de verano, unos corrieron y otros nos quedamos. Te busqué inútilmente
entre un mar de gente y no te vi más. Te había olvidado y en estas letras te
recordé.